( y de poder)
El pibe tiene unos ocho años. Viaja con papá y mamá en el colectivo a visitar a su abuela. Con papi y mami, con la familia y, hasta ese día reina la inocencia (o por lo menos es lo que el adulto-pibe recuerda).
A la altura del hospital de Granadero Baigorria, (que hasta hace unos años se llamaba Policlínico Eva Perón, y Granadero Baigorria se llamaba Paganini), hay un retén militar que hace detener el transporte público y bajar a sus pasajeros.
Al lado del pibe, en esa hilera de manos contra la carrocería para ser requisados, una chica de unos veinte años, morocha, linda, el chico la mira pensando “ cuando sea grande quiero tener una novia como ella”.
El nene nunca ha presenciado más que un “piquito”, muy fugaz por cierto, y muy a las perdidas entre sus papis. Para el pibe todo el platónico… aun. Sigue mirando (ya con tinte de enamoramiento) a la mujer de al lado, lleva un pantalón negro como su pelo y un gamulán con esos broches de madera que tanto se usan.
Mientras avanza su arrobamiento con la morocha va avanzando la requisa de los soldados. A él lo revisan y a veces no, por la edad debe ser. El soldado (no recordará con los años si llevaba tiras. Aunque pueda ser que si, cabo o cabo primero tal vez), lleva colgado del hombro un F.A.L (fusil automático liviano). Años más tarde el pibe ya hecho hombre llegará a pensar que bien podrían haberle agregado “operativo” u “operacional”… “opcional…, no, opcional seguro que no, al nombre del fusil. F.A.L.O.
Al llegar a la morena, a la futura “novia ideal” del chico, el soldado le dice que se desabroche el gamulán (para comprobar que no lleve armas, piensa el nene). Las manos contra el costado del bondi, las piernas abiertas, y la camisa blanca que apenas puede ocultar lo que la naturaleza le ha dado a la morocha de sus sueños, dos pechos hermosos, que el milico palpa concienzudamente no vaya a ser que lleve una bomba o algo así escondida no?). Le palpa las tetas, las tantea, las acaricia, dejando bien en claro quien es el dueño del cuerpo de la piba en ese momento, el que lleva el F.A.L.O colgando.
El pibe siente un temblor por todo el cuerpo. La cosa dura tan solo unos segundos pero, para el chico es una eternidad, ve todo de cerca y recibe varias lecciones en un tiempo muy breve.
Nadie abre la boca, todos saben lo que está pasando, pero nadie dice nada, el miedo se palpa en el aire como le palpan las tetas a la morocha, como le palpan las tetas a su “novia”.
Es la primera vez que el nene ve de cerca un acto de carácter sexual, es la primera vez que siente impotencia en su vida, empieza a darse cuenta ese día que, el dueño del F.A.L.O manda. Que el que posee las armas tiene el poder. Que la cosa no pasa por la edad o el género (aunque los incluya), que la tocada de tetas es para todos los que están parados con las manos contra el colectivo, esa palpada de armas y de tetas, les deja en claro a todos que el que manda es el dueño del fusil, del FALO, en síntesis, el dueño del Poder…, el pibe tiene un curso acelerado de sexo, de poder, y de impotencia en pocos segundos.
Todos arriba de nuevo ya, todos callados, el silencio sigue por un rato, igual que el viaje a la casa de la abu, con papá y mamá. Ese chico ya no es el mismo, va haciendo fuerza para no llorar… El padre con la mano en su hombro le da unas palmaditas en silencio como diciendo “ya va a pasar”
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